Jesús tiene a las mujeres en alta estima; y hay numerosas evidencias en la Biblia que confirman esta idea.
La mujer que teme a Jehová, esta será alabada —Proverbios 31:30.
Cuando Cristo se levantó del sepulcro, a la primera persona que se le apareció fue a una mujer, y le pidió que llevara las buenas nuevas de su resurrección a los discípulos. ¡Qué misión! ¡Qué hermoso privilegio!
Jesús utilizó a la valiente reina Ester para libertar a su pueblo en un momento en que parecía no haber otra salida. Y qué coraje tuvo para presentarse ante el rey: “Y si perezco, que perezca”.
Ante la muerte de Lázaro, Jesús consoló a María y a Marta, confundiendo sus lágrimas con las de ellas. Luego, les devolvió a su hermano.
Piensa en la mujer sorprendida en adulterio. Cuando todos los demás se volvieron contra ella gritando que fuera apedreada, Jesús no la condenó; la perdonó y la libertó.
Cuando la viuda de Naín lloraba por la pérdida de su único hijo -el único que podía sustentarla-, Jesús tuvo compasión de ella y con amor le devolvió la vida al muchacho.
Jesús se preocupa grandemente por las mujeres. Es muy compasivo con nosotras. Nos comprende, nos ama incondicionalmente y conoce nuestra estructura, porque él nos formó. En la Creación, cuando el Creador vio cuan solo estaba el hombre, le dio una compañera: Eva, que fue tomada de un hueso del costado de Adán. Dios eligió cuidadosamente ese hueso del costado; no de la cabeza, porque él no sería su gobernante, ni de su pie, porque nunca debía pisotearla. Tomó el hueso del lugar más cercano al corazón del hombre -el lugar de los afectos-, y creó a la mujer. El hombre debe conservar a la mujer cerca de su corazón. La mujer debe estar al lado del hombre como su compañera, su amiga y su igual. Ese es el plan de Dios.
Es una pena que esta bendición se haya manchado por el pecado. No obstante, Jesús todavía se preocupa por nosotras. Su amor hacia nosotras no ha cambiado. Desea restaurarnos a nuestro estado original y Jesús ya hizo provisión para eso. Quiere restaurar nuestros caracteres, nuestras vidas y nuestros hogares a lo que una vez fuera la familia edénica.
Toda mujer alcanzará su potencial máximo. ¿No añoras ese día? ¡Yo sí! ¡Preparémonos!