domingo, 23 de abril de 2017

AVIVANDO LA FE A TRAVES DE LOS MILAGROS



Jesús dijo: «Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán» (Marcos 16.17, 18). Juan registra que la promesa de continuar el ministerio de los milagros a través de los discípulos les fue dada la noche en que Jesús fue traicionado: «De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre» (Juan 14.12). En ambos casos la continuidad de los milagros se basa en la condición de la fe. En este capítulo revisaremos once milagros en el ministerio del Señor Jesús. En cada uno encontrará una mención específica de la fe, el acto de creer o una exhortación a creer. Antes de comenzar este estudio, veamos tres observaciones que pueden sernos útiles.
Primera: Los milagros han sido parte integral de cada era de la revelación de Dios a su pueblo. En todas partes las Escrituras sirven de guardianes de la historia; por ejemplo, los antiguos reinos de Judá e Israel, los reinados de los profetas y de los jueces, el período del exilio, y el regreso de Israel para reconstruir las paredes y el templo de Jerusalén; todas están entrelazadas con algunas expresiones de lo milagroso.
La era de los patriarcas, el relato del liderazgo de Moisés y la historia de Josué al poseer la tierra prometida están repletos de relatos de milagros físicos, visitaciones espirituales, señales, prodigios y milagros de todo tipo. En realidad Aquel «en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación» (Santiago 1.17) parece estar sumamente interesado en mostrar su poder a favor de los que creen. Revisemos 2 Crónicas 16.9, y no lo olvidemos.

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