martes, 25 de julio de 2017

La vida facilita la obediencia

Al mundo le es difícil obedecer, como difícil les fue a los israelitas, porque no tiene un nexo vital. Pero a los que tenemos una relación vital, desobedecer nos es difícil. Hay una unidad interior: una vida y un Espíritu; el Espíritu Santo que dirige y controla todas las cosas. Estamos contentos y tranquilos si nos sometemos unos a otros. Si procuramos llevar toda la carga sobre nuestros hombros, nos fatigaremos. Pero si la carga se distribuye entre varios miembros nos sentiremos descansados.¡Cuánta paz se tiene al aceptar la sujeción del Señor! Al someternos a la autoridad de otros miembros experimentamos una gran emancipación. Pero estar en el lugar de otro nos hace sentir muy obligados. Obedecer es natural; desobedecer es difícil.

El Señor nos llama a aprender la obediencia en el cuerpo, la iglesia, así como también en el hogar y en el mundo. Si la aprendiéramos en el cuerpo, no tendríamos ninguna dificultad en otras partes. La iglesia es donde debemos comenzar a aprender la obediencia. Es el lugar de la realización lo mismo que de la prueba. Si fracasamos aquí, fracasaremos en todas partes. Si aprendemos en la iglesia, podrán ser resueltos los problemas del reino, del mundo y del universo.

En tiempos pasados, tanto la autoridad como la obediencia eran objetivas, esto es, una sumisión externa a un poder también externo. Hoy la autoridad se ha convertido en una cosa viviente, algo interno. La autoridad y la obediencia tienen un mutuo encuentro en el cuerpo de Cristo. Ambas se vuelven instantáneamente subjetivas y ambas se combinan en una. Aquí es donde está la suprema manifestación de la autoridad de Dios. La autoridad y la obediencia alcanzan su consumación en el cuerpo. Desarrollaremos aquí; de otro modo no habrá ninguna posibilidad. El lugar donde tenemos un encuentro con la autoridad está en el cuerpo. La cabeza (la fuente de la autoridad) y los miembros (cada uno con su función, ministrándose unos a otros como autoridades delegadas así como también obedeciendo a la autoridad) están todos en la iglesia. Si no reconocemos la autoridad aquí, no hay ninguna posibilidad de que lo hagamos en otro lugar.

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