martes, 27 de junio de 2017

Resistir a la autoridad de los miembros es resistir a la cabeza


Aunque a veces la autoridad del cuerpo se manifiesta directamente, con frecuencia lo hace en forma indirecta. No sólo a la cabeza está sujeto el cuerpo; sus diversos miembros, además, se ayudan mutuamente y están sujetos unos a otros. La mano derecha está en posición de dirigir a la izquierda y viceversa. Tampoco puede ordenar la mano que los ojos miren, sino que simplemente notifica a la cabeza. Todo lo que hace un miembro se atribuye a la cabeza. Cuando miran mis ojos, soy yo quien mira; y así sucede también con mis pies y mis manos: soy yo quien anda y trabaja. Por lo tanto, podemos concluir que el juicio del miembro es frecuentemente el juicio de la cabeza. La mano no puede ver por sí misma; tiene que aceptar el juicio del ojo. Para la mano es pedir mal el pedir que le permitan ver por sí misma o que la cabeza mire.

Pero es en este mismo aspecto donde se haya la falta común de los hijos de Dios. Necesitamos reconocer en otros miembros la autoridad de la cabeza. La función de cada miembro es limitada: el ojo es para ver; la mano, para trabajar; el pie, para andar; debemos, por lo tanto, aprender a aceptar las funciones de los otros miembros. No debemos rechazar la función de ningún miembro. Si el pie rechazara a la mano, sería lo mismo que si rechazara a la cabeza. Si aceptamos la autoridad de un miembro, es lo mismo que si aceptamos la autoridad de la cabeza. Aunque la función de la mano del cuerpo físico es extraordinaria, ella tiene que aceptar la función de los pies cuando hay que caminar. La mano no puede percibir el color, así que tiene que aceptar la autoridad del ojo. La función de cada miembro constituye su autoridad.

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